Nací en mitad del campo, no todos los días comía desde que me separaron de mi madre. La echaba de menos todos los días. Buscaba su calor en mis hermanos, pero alguno me mordía...todos estábamos muertos de hambre.
Cada día que pasaba dejaba de ver a uno de mis hermanos, nuestro humano venía de vez en cuando y siempre se llevaba uno. Hasta que un día nos cogió a mi hermano y a mí y nos sacó de aquel sitio que olía tan mal. Yo intenté jugar con él, le mordía los pantalones para que me hiciera caso, sólo quería jugar...pero me dio un manotazo bien grande y me lanzó lejos, sentía que me dolía mucho el costado, así que no quise acercarme más.
Traté de esconderme detrás de un mueble viejo, pero me encontró rápidamente, me cogió por el cuello y, junto a mi hermano, nos dejó en la calle. Pasamos muchos días juntos, no comíamos demasiado pero a veces encontrábamos cosas por las basuras. Algunas hacían que nos dolieran la barriga. Cada día notaba mi barriga más y más grande, aunque a penas comíamos nada.
Un día mi hermano se fue. Nos quedamos dormidos dándonos calor en un callejón cuando noté su ausencia al empezar a sentir el frío calar mis huesos. Estaba lloviendo, y busqué un sitio en el que refugiarme. Sólo encontré una de esas cosas gigantes que corren tanto y me metí debajo. Ya llevaba un tiempo mojándome y no encontraba el calor que necesitaba. Recordé a mi mami cuando me secaba a base de lametones los días en los que me daba por jugar en los charcos...
Y de repente vi a mi ángel salvador. Una chica me cogió con mucho cuidado, a pesar de que yo no quería que se acercara, me daba tanto miedo que me hiciera daño, como ya lo hizo el anterior humano que trataba de esconderme y hacerme pequeñita. Pero, poco a poco, me fue enseñando comida y me hablaba muy dulcemente, por lo que decidí ser valiente y asomar el hocico. En seguida me cogió en brazos y volví a sentir el calor, como si estuviera con mi madre de nuevo. Sabía que estaba segura al fin.
Al principio estaba muy tímida, me daba miedo que todo fuera un sueño y me dejara en la calle como ya hizo el anterior humano. Pero, poco a poco, fui comiendo y sintiéndome mucho mejor. Pensé que quizás todo había merecido la pena, que había esperanza en el ser humano. Muchos humanos me tratan muy bien ahora, me ponen cosas en el cuello y me hacen sentir bien diciéndome lo guapa que era. Ya había llegado a pensar que no valía nada.
Ahora busco una familia que me dé el mismo amor que me han dado hasta ahora. Quiero darles todos los mimos y las tardes de juegos que tengo para ofrecerles. Mi humana cuida a otros perros y necesita espacio para ellos. Por eso te pregunto, ¿podría ser parte de tu manada?
Cada día que pasaba dejaba de ver a uno de mis hermanos, nuestro humano venía de vez en cuando y siempre se llevaba uno. Hasta que un día nos cogió a mi hermano y a mí y nos sacó de aquel sitio que olía tan mal. Yo intenté jugar con él, le mordía los pantalones para que me hiciera caso, sólo quería jugar...pero me dio un manotazo bien grande y me lanzó lejos, sentía que me dolía mucho el costado, así que no quise acercarme más.
Traté de esconderme detrás de un mueble viejo, pero me encontró rápidamente, me cogió por el cuello y, junto a mi hermano, nos dejó en la calle. Pasamos muchos días juntos, no comíamos demasiado pero a veces encontrábamos cosas por las basuras. Algunas hacían que nos dolieran la barriga. Cada día notaba mi barriga más y más grande, aunque a penas comíamos nada.
Un día mi hermano se fue. Nos quedamos dormidos dándonos calor en un callejón cuando noté su ausencia al empezar a sentir el frío calar mis huesos. Estaba lloviendo, y busqué un sitio en el que refugiarme. Sólo encontré una de esas cosas gigantes que corren tanto y me metí debajo. Ya llevaba un tiempo mojándome y no encontraba el calor que necesitaba. Recordé a mi mami cuando me secaba a base de lametones los días en los que me daba por jugar en los charcos...
Y de repente vi a mi ángel salvador. Una chica me cogió con mucho cuidado, a pesar de que yo no quería que se acercara, me daba tanto miedo que me hiciera daño, como ya lo hizo el anterior humano que trataba de esconderme y hacerme pequeñita. Pero, poco a poco, me fue enseñando comida y me hablaba muy dulcemente, por lo que decidí ser valiente y asomar el hocico. En seguida me cogió en brazos y volví a sentir el calor, como si estuviera con mi madre de nuevo. Sabía que estaba segura al fin.
Al principio estaba muy tímida, me daba miedo que todo fuera un sueño y me dejara en la calle como ya hizo el anterior humano. Pero, poco a poco, fui comiendo y sintiéndome mucho mejor. Pensé que quizás todo había merecido la pena, que había esperanza en el ser humano. Muchos humanos me tratan muy bien ahora, me ponen cosas en el cuello y me hacen sentir bien diciéndome lo guapa que era. Ya había llegado a pensar que no valía nada.
Ahora busco una familia que me dé el mismo amor que me han dado hasta ahora. Quiero darles todos los mimos y las tardes de juegos que tengo para ofrecerles. Mi humana cuida a otros perros y necesita espacio para ellos. Por eso te pregunto, ¿podría ser parte de tu manada?
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